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Mostrando las entradas de agosto, 2010

Modos ejemplares de ser fusilado (IX): Pedro Eugenio Aramburu

No los redime, no los disculpa, no los mejora; pero a veces también los malos saben morir. Pedro Eugenio Aramburu –nadie lo ignora- se alzó contra la democracia en nombre de la democracia. Invocando las libertades personales, mandó a torturar y a asesinar. Proscribió y persiguió al peronismo y prohibió incluso que se lo mencione, todo para mayor gloria de la libertad. Al ejercicio sistemático del crimen y la maldad, su régimen añadió una hipocresía inagotable. Con él se inauguró en la Argentina el terrorismo de estado. Con él se inició el proceso que convertiría al brazo armado de la patria en una abominable policía terrorista. Fueron sus infaustas decisiones las que empujaron a miles a la violencia política y las que –en definitiva- determinaron su muerte por el hierro como avisa la Escritura (Mateo 26,52). Una mañana nublada y ominosa, un grupo de jóvenes disfrazados lo capturó en su casa y lo llevó a una estancia perdida en la pampa. Nadie los conocía todavía, pero se harían famosos

Modos ejemplares de ser fusilado (VIII): El hombre de palabra

Se sabe: los mexicanos son hombres de palabra. La anécdota se publicó por primera vez en un diario de Paris en 1917. La relató como verdadera José García, jefe del ejército federal que sería más tarde –él también- fusilado en Querétaro. No sé si ustedes creerán en su veracidad, pero yo sí. Los hechos sucedieron después de una batalla importante –pongámosle Torreón, Zacatecas, alguna de ésas-; los nombres de los protagonistas se han perdido. Terminada la batalla, una partida villista capturó a un jefe constitucionalista y –como es natural en estos casos- se dispuso a fusilarlo. Cuando llevaron al reo ante el jefe vencedor, éste advirtió que se trataba de un viejo amigo y compadre. No podía dejarlo libre así porque sí, pero decidió de inmediato salvarle la vida. -Compadre –le dijo-, usté sabe que mis órdenes son estrictas. Lo tengo que afusilar. -No se preocupe -contestó el reo-, yo hubiese hecho lo mismo con usté. - Bueno, mire, ahorita mismo tengo la tropa cansada. Le concedo un día. V

Modos ejemplares de ser fusilado (VII): Mata Hari

“ Mi madre, gloriosa bayadera del templo de Kanda Swany, murió a los catorce años, el día de mi nacimiento. Los sacerdotes me adoptaron y me pusieron Mata-Hari, que quiere decir `pupila de la aurora ’.” Así se presentaba en los teatros, pero en realidad se llamaba Margaretha Geertruida Zelle y era holandesa. Comenzó su carrera de seductora muy temprano. A los 15 años había enamorado al director de su escuela hasta el ridículo. El hombre, a quien es lícito –y acaso inevitable- imaginarlo con panza y pelada, se arrastraba suplicando sus favores y recitaba en su honor los poemas más cursis que jamás se hayan escrito. Decía que le gustaban los militares, que prefería acostarse con cualquier cabo antes que con el dueño de un banco, pero en la práctica no hacía tantas distinciones. Se casó a los dieciocho con un coronel del ejército holandés veinte años mayor que había publicado un aviso clasificado buscando novia y que la llevó a vivir a Indonesia. El matrimonio duró poco. Un buen día llegó