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Modos ejemplares de ser fusilado (XV): Pradito

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A pesar del diminutivo, Pradito no era un hombre menor en ninguno de los sentidos de la palabra. Se llamaba Leoncio Prado Gutiérrez y el apodo –Pradito- se lo puso su primer jefe militar, el capitán Manuel Villar, para diferenciarlo de su padre, Mariano Ignacio Prado, a quien de tanto en tanto le daba por ejercer la presidencia de la república. A juzgar por la conducta que ambos tendrían más tarde en la guerra del pacífico, el diminutivo le debió corresponder más bien al padre. Era una época en que no existía nada parecido a la adolescencia. A los nueve años, Pradito revistaba en la Marina de Guerra del Perú y a los doce, combatió en la batalla del Callao durante esa extraña contienda que enfrentó a España con Chile, Perú, Ecuador y Bolivia por el honor y el dominio de los excrementos de las gaviotas. La destacada actuación en esa batalla le valió a Pradito el reconocimiento de sus jefes, pero también la amistad y el respeto de los militares chilenos que combatieron a su lado. Era

Modos ejemplares de ser fusilado (XIV): Benjamín Argumedo

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Todos los mexicanos son valientes. Benjamín Argumedo era mexicano y valiente, lo que –para no incurrir en un pleonasmo- quiere decir que era extraordinariamente valiente. Era sastre en una hacienda ubicada en el estado de Cohauila cuando comenzó la revolución y debió cambiar la aguja por el máuser. A fuerza de coraje y liderazgo fue haciéndose un lugar entre héroes y bandidos y llegó a dirigir una de las fuerzas de caballería más eficaces de la revolución, que sólo se comparaba con la caballería villista comandada por Urbina. La rivalidad entre ambos era famosa. Tomás Urbina decía al general Argumedo: --Pa' mí el amigo más fiel es mi caballo Lucero. Se le imputan los hechos más extraordinarios. Algunos, de una valentía honorable y romántica. Otros, de la más infame crueldad inmisericorde. Se dice que ordenó la matanza de trescientos chinos en la ciudad de Torreón en mil novecientos once. Le decían “el Tigre de la Laguna” y a sus hombres los llamaban “los colorad