“Moralito, Moralito se creía Que quizás él a mí me iba a ganar Y cuándo me oyó tocar Le cayó la gota fría” Emiliano Zuleta - “La gota fría” Enemistades El amor y el odio son sentimientos explosivos, que pueden menguar mucho –e incluso desaparecer- luego de una trompada o un revolcón. La amistad y la enemistad de los hombres pueden (y deben) prescindir de esas efusiones. A cambio, suelen ser más duraderas. La enemistad profunda y permanente entre dos personas puede no diferir demasiado de la amistad prolongada. El ejercicio de ambas requiere la perpetua repetición de rituales comunes y la existencia de un código compartido. En ambos casos sus protagonistas comparten mucho entre sí. Borges recordaba la historia de dos teólogos que dedican su vida a refutarse mutuamente y que, al morir, descubren que a los ojos de Dios ellos son una sola persona. Algo así sucede con la historia de Lorenzo Morales y Emiliano Zuleta. Se nos dice que luego de muchísimos años de ejerce...
quien no fue mujer, ni trabajador, piensa que el ayer fue un tiempo mejor María Elena Walsh – “Orquesta de Señoritas” Como a una sirvienta paraguaya -Te juro: antes de que se me vaya la empleada, prefiero que me abandone mi marido. Lo dice Paula, la mujer de mi amigo Ernesto. No me lo dice a mí, se lo dice a mi mujer, quien –para mi sorpresa y preocupación- asiente con la cabeza. Yo converso con Ernesto de política –porque es impropio de varones adultos e informados andar hablando de esas cosas-, pero escucho de costado porque me interesa. -A mí me alcanza con que venga a la mañana, porque Enrique puede estar a la tarde para cuidar a la nena. Yo sigo hablando de Cosas Muy Importantes; pero, al escuchar mi nombre, paro la oreja porque ahora el asunto afecta mis derechos personalísimos. -¿La necesitás sólo para que cuide a la nena? –se informa Paula. -Bueno, también quiero que me ayude con la casa. Mi casa no es una casa, sino más bien un departamento y bastante chico, ...
Un fusilamiento por error, que hay muchos. Los hechos sucedieron durante la revolución nacionalista de 1874, cuando Mitre y Arredondo se levantaron contra Sarmiento. Un coronel tucumano, Julio Argentino Roca, comandaba la represión contra Arredondo, en Cuyo. Lo iba siguiendo despacito, sin atacarlo, para agotarle las fuerzas. El depuesto gobernador de Mendoza se estaba reorganizando y necesitaba enviarle un mensaje a ese joven coronel. Eligió para ello al más confiable de sus hombres –el gaucho Cabituna- dueño del mejor caballo que jamás había galopado por Mendoza. Un colorado hermoso. -Vaya con cuidado, Cabituna –le dijo-. Evite los caminos y no pare. Hay espías de Arredondo en todas partes. Confíe solo en las patas de su caballo. -Descuide. El potro nunca me falló. Cabituna dobló con cuidado el pequeño papel que le entregó el gobernador y lo escondió en la herradura del caballo. Cabalgó veinte horas seguidas esquivando los caminos, sin comer y sin dormir; pero p...
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