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La gota fría

“Moralito, Moralito se creía Que quizás él a mí me iba a ganar Y cuándo me oyó tocar Le cayó la gota fría” Emiliano Zuleta - “La gota fría” Enemistades El amor y el odio son sentimientos explosivos, que pueden menguar mucho –e incluso desaparecer- luego de una trompada o un revolcón. La amistad y la enemistad de los hombres pueden (y deben) prescindir de esas efusiones. A cambio, suelen ser más duraderas. La enemistad profunda y permanente entre dos personas puede no diferir demasiado de la amistad prolongada. El ejercicio de ambas requiere la perpetua repetición de rituales comunes y la existencia de un código compartido. En ambos casos sus protagonistas comparten mucho entre sí. Borges recordaba la historia de dos teólogos que dedican su vida a refutarse mutuamente y que, al morir, descubren que a los ojos de Dios ellos son una sola persona. Algo así sucede con la historia de Lorenzo Morales y Emiliano Zuleta. Se nos dice que luego de muchísimos años de ejerce

Crónicas Misioneras (cuarta entrega)

Frontera seca. Desde Eldorado, y después de cien kilómetros de subidas y bajadas en medio del monte, llego a Bernardo de Irigoyen, extremo oriental de la República Argentina. Las paredes están repletas de consignas nacionalistas; algunas muy directas (“Aquí comienza la patria”) y otras más sutiles y eficaces (“Bienvenidos a donde nace el sol”), pero nadie habla totalmente en castellano ni en portugués. En la única estación de servicio del pueblo hay cinco cuadras de autos brasileños que esperan para cargar nafta argentina. Me habían dicho antes de salir que no valía la pena, que no vaya, que no hay nada para ver en Bernardo de Irigoyen; pero yo quería conocer la frontera seca, ese extraño lugar en donde las patrias se tocan sin un río, una montaña o un desierto que las separe. Por eso lo primero que hago es buscar la frontera. Bajando por la calle principal veo el puesto de la gendarmería. Una mujer gendarme me pide los documentos, me hace bajar del auto y anota cosas en una computador

Modos ejemplares de ser fusilado (XI): Ciriaco Cuitiño

No sé si era bueno o malo, lo que no tiene mayor importancia. No hay duda, en cambio, de que era federal y consecuente. Partidario de Dorrego, lo fue después de Rosas. Con aquél se desempeñó como alcalde de Quilmes; con éste, como comisario de policía; pero se distinguió sobre todo como mazorquero. Fue uno de los fundadores de la Sociedad Popular Restauradora, conocida popularmente -con cariño o temor, según se mire- como “la mazorca”. Sin embargo, los retratos de Cuitiño le suelen ser benevolentes. Corsini lo llamó “buen mazorquero” en el tango “tirana unitaria”: Tirana unitaria, tu cinta celeste Até en mi guitarra de buen federal Y en noche de luna canté en tu ventana Más de un suspirante cielito infernal. Tirana unitaria, le dije a Cuitiño que tú eras más santa que la Encarnación y el buen mazorquero juró por su daga que por ti velaba la Federación. Y Borges –completamente insospechado de simpatías rosistas- elogió en unos versos su “ federala manera de vivir y morir”. Era un feder