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Mostrando las entradas de 2006

El Problema de las Cláusulas Constitucionales Programáticas

La palabra problema puede ser una insidiosa petición de principio. Hablar del «problema judío» es postular que los judíos son un problema; es vaticinar (y recomendar) las persecuciones, la expoliación, los balazos, el degüello, el estupro y la lectura de la prosa del doctor Rosenberg. Otro demérito de los falsos problemas es el de promover soluciones que son falsas también. A Plinio (Historia natural, libro octavo) no le basta observar que los dragones atacan en verano a los elefantes: aventura la hipótesis de que lo hacen para beberles toda la sangre que, como nadie ignora, es muy fría. J.L. Borges, «Las alarmas del doctor Américo Castro» La cláusula social de la Constitución. En mil novecientos cincuenta y seis, una dictadura militar convocó a una convención constituyente para reformar la Constitución Nacional y –entre otras cosas- consagrar los derechos sociales. El hecho parece a primera vista curioso y singular: un gobierno de fuerza preocupado por el texto constitucional que nieg

Crónicas Mundiales

Confesión No me gusta el fútbol. Ni verlo, ni escucharlo, ni jugarlo. Sé de otra gente que padece el mismo problema y le da un tinte excéntrico, intelectual. A mí, por el contrario, me avergüenza. No me gusta el fútbol –lo confieso-, pero me gustaría que me gustase. He hecho intentos. Por ejemplo, fui a ver a Gimnasia a todos los partidos de aquella primera y memorable campaña en que salió segundo por un pelito, pero no hubo caso; solía estar más atento a lo que sucedía en las tribunas que en el campo de juego. Fui cambiando de cuadro con la esperanza de encontrarle el gustito a la cosa (las pocas veces que lo confieso, esto suele causar horror y desprecio en las buenas gentes). Fui hincha sucesiva y cronológicamente de Estudiantes, de River, de Boca y de Gimnasia. Finalmente, y hace unos años, me hice hincha de Guaraní Antonio Franco (y viajé a Posadas a verlo jugar la final con el Godoy Cruz de Mendoza por el ascenso al Nacional B, un lamentable cero a cero que nos dejó afuera). Ser

Crónicas Misioneras (tercer entrega ilustrada)

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Primeros desengaños. En Oberá hubo un cine. Creo que se llamaba “Gran Rex” pero no estoy seguro. Ahora no hay, desde que se inventó el videocable y la videocasetera. Yo era muy chico y me dormía en las películas o no las entendía, pero mi padre me llevaba igual y a mí me gustaba ir. Me acuerdo especialmente de una película de piratas. Yo tendría algo así como seis años cuando mi padre me llevó a ver esa película de piratas. Íbamos solos, sin la molesta y femenina compañía de mis hermanas y mi madre; y a mí me parecía que ir al cine era cosa de hombres, algo que las mujeres no podían comprender. En la película, unos piratas muy malvados capturaban a unos niños en una isla y los sometían a toda clase de torturas (todavía recuerdo con fascinante espanto que a uno de los niños lo mantenían despierto separándole los párpados con escarbadientes). A lo lejos, en el mar, una fragata norteamericana no se enteraba de lo que sucedía en la isla. Contra mi voluntad, me puse a llorar en forma irreme

El Abogado

A pesar del profuso papeleo, De los martes de nota y cafecito, Del árido latín, del medioevo Que pervive en el ritual de los escritos. A pesar de los tontos tribunales Con sus jueces vanidosos y uniformes. A pesar de los bienes y los males, A pesar de su oficio; está conforme De jugarse la boca en cada juicio Intentando romper un maleficio Para justicia de los desvalidos. Lancerote, Quijote o Brancaleone Defendiendo a un infame Don Corleone De la inmensa amenaza del olvido. ElQuique. La Plata, 12 de mayo de 2006

Crónicas Misioneras (segunda entrega)

Una de polacos. En Misiones se discrimina a los polacos y –por extensión y semejanza- a los que son demasiado blancos. Me dicen que este desprecio viene importado de Europa pero, como nunca estuve allí, no estoy seguro. La cosa es –con todo- bastante inofensiva y no ha traído nunca persecuciones ni censura ni expoliaciones ni latrocinios ni deportaciones. Lo cierto es que en Misiones la expresión “polaco” equivale exactamente a la expresión porteña “negro” y connota las mismas cosas. Se sabe que el “negro” porteño vive en las villas y por eso se lo suele llamar despreciativamente “negro villero”. El “polaco” misionero vive en las chacras y por eso es común que se lo llame “polaco chacra”. Todo esto parece confirmar que la discriminación en la Argentina –ya sea de negros o de polacos- no tiene tanto que ver con la etnia o el origen nacional, sino más bien con la condición social: los negros villeros y los polacos chacras son pobres; pero dejemos esas teorías para los que saben. Mientras